Mientras tanto, al momento en que Sei y los demás llegaron a la lujosa base bajo tierra, una nube de presión agitó la gran habitación de tonos dorados. Lo que causó que hasta los comandos, que estaban haciendo guardia al anciano sentado en un sillón dorado luciendo como un emperador, se congelaran. El aura actual de Sei parecía despertar su instinto natural de lucha o huida, o algo más, quizás morirían sin siquiera saberlo.
El anciano, al ver el sudor en la frente de aquellos hombres que agarraban sus armas como si hubiesen olvidado que el frío e intenso hombre que estaba en frente de ellos era su nieto, se aclaró la garganta, sobresaltando a sus hombres y haciendo que volvieran a sus cabales.
Sei caminó directamente hacia el anciano que estaba sentado como un aterrador emperador. Mientras se observaban a los ojos, era como si dos polos opuestos estuvieran a punto de colisionar, emitiendo una temperatura tan fría, que casi todos los subordinados del anciano sintieron como si tuvieran el cuerpo cubierto de escarcha.
—Y pensar que de hecho viniste volando en un parpadeo. Querido nieto, así que esa es la magnitud de tu afecto por esa chica, eh. Mmm, no está mal, nada mal. —El anciano parecía realmente satisfecho. Su aterrador rostro se suavizó un poco al hablar y su aura también se calmó, como una brisa. Sin embargo, la expresión y el aura de Sei no cambiaron.
—¿Dónde está? —preguntó con su voz fría como el hielo de siempre.
—Oh, no te preocupes, está descansando en un buen lugar. Pero por supuesto, para hacerlo realista, la ataron un poco. —Por alguna razón, el anciano parecía contento.
Pero luego de oírlo, Sei se dio media vuelta y se dirigió a la puerta, dejando al anciano sin poder decir otra palabra.
—Oh, nada mal, nada mal. —El anciano sonrió mientras le hacía señas a uno de sus hombres para que llevara a Sei al lugar donde tenían a la chica. Sabía que su nieto no toleraría más bromas y hacerlo enojar de esa forma ya era bastante arriesgado. Por suerte, les ordenó a sus hombres que fueran amables con ella y no la tocaran o si no, comenzaría una gran guerra.
—Zaki, tú te quedarás por un rato. —La voz del anciano hizo que Zaki se detuviera a punto de cerrar la puerta. Tan pronto lo escuchó, una expresión amarga se apoderó de su rostro mientras veía a Sei dejarlo atrás. No tuvo otra opción que escuchar al anciano y quedarse, mientras por dentro lloraba sin lágrimas.
—¿Qué piensas? —le preguntó el anciano y Zaki bajó los hombros por el cansancio. Ah, aquí vamos otra vez, este anciano. ¿Por qué me lo está preguntando a mí? Diablos, quería ver la expresión de Sei cuando la encontrara.
Déjame ir por favor.
—Que estamos pensando lo mismo, señor.
—Jajaja. Lo estamos, lo estamos. Valió la pena el riesgo. Fui capaz de demostrar que ella es definitivamente la indicada. Jajaja. —El anciano sonrió contento de corazón debido a que estaba encantado y aliviado al mismo tiempo.
—¿Quiere decir que está bien hacerlo enojar siempre y cuando obtenga su deseada prueba? Salvaje como siempre, señor. A pesar de que creo que desde ahora, pasará de ser del último aliado en quien confiaba, a la lista de enemigos bajo su radar.
—Jaja. Está bien, está bien. No me importa estar bajo su vigilancia. Ya estoy viejo. Lo único que deseo es un gran nieto y una buena esposa para él, con eso ya puedo morir feliz.
Luego de que hablaran por un rato, Zaki finalmente pudo irse. Al momento que estuvo libre, voló tan rápido como el viento en dirección a Sei.
Por suerte, luego de un corto periodo de tiempo corriendo como una bala, estuvo cerca de alcanzarlo.