—Shen… Gloriosa Shen.
—No te pongas nerviosa, sólo tengo que hablar de algo contigo —dijo Shen Ying, acariciando su oreja para calmarla. Se sabía que el conejo era un animal tímido. Rápidamente señaló a la silla detrás de ella—. Ven, toma asiento.
La Reina Conejo tembló aún más y la oreja que había sido acariciada por Shen Ying comenzó a sentirla entumecida. Trató varias veces de sentarse en su trono, pero seguía cayendo, traicionada por sus piernas tambaleantes.
—Gloriosa Inmortal…, por favor…, por favor deme la orden.
Notando el apuro de la coneja, Shen Ying directamente se agachó junto a ella. Riéndose entre dientes, dijo: