Sexto recuerdo de Experimento Rojo 09
Soñé que la besaba, que mi boca rozaba la suya y ella me correspondía separando sus labios para recibir mi lengua en su interior, dejando que me adueñara de ella con movimientos lentos y profundos, saboreando sus carnosos y pequeños labios rosados una y otra vez hasta hincharlos y enrojecerlos, hasta hacerla estremecerse debajo de mi cuerpo en tanto la devoraba, sintiéndome insaciable, con el deseo de quería más.
Quería más de ella.
La quería a ella.
Todo de ella.
Estaba seguro, seguro de que quería devorarla de todas las formas que me fueran posibles, tenerla rodeándome el cuerpo con sus piernas, desnudos con nuestras pieles rozándose, transfiriendo un calor que nos envolvía. Quería empujarme contra ella, crear gemidos en su garganta y escucharlos llamarme, tal como hicieron esas dos personas contra mi incubadora. Pero yo quería a Pym contra la pared... la quería... La quería... Quería intimar con ella.
Pero despert��. Su rostro, su preciosa mirada y esos labios suaves que quería seguir acariciando con los míos, desaparecieron cuando extendí mis párpados hacia el techo blanco de mi pequeño cuarto, para darme cuenta de que solo había sido un sueño.
Un sueño.
Inmóvil, y con el corazón acelerado bajo mí pecho, golpeando mis costillas con fuerza, como si quiera perforarlas. Mi respiración también estaba agitada, y había otra cosa de la que me percaté cuando llevé mi mano a mi frente para retirar todo ese sudor.
Mi cuerpo había transpirado, sudado tanto que la bata se pegaba a mi cuerpo entero, marcándolo. Pero eso no era lo que me desconcertó tanto que hasta tuve que removerle y sentarme, mi cuerpo estaba tenso, era una rígida incomodidad y una extraña sensación concentrada en una parte de mi vientre.
No quise revisarme solo por una razón, y esa razón estaba sentada en una de las sillas coloridas, recostando su cabeza sobre el peso de sus delgados brazos doblados que se hallaban en la superficie de la mesa donde había una charola repleta de comida, ya fría.
Solo de mirarla a esta altura y sin escucharla o ver su preciosa mirada azul, oprimió mi estómago y lo llenó de un inestable cosquilleo... Un revoloteo, ¿eran esas las mariposas de las que ella hablaba aquella vez que me explicó sobre el amor?
Respiré hondo, contemplando apenas lo que se podía ver de su bonito rostro oculto debajo de su corta cabellera ondulada, y al ver que no despertaba, decidí rápidamente mirar bajo las sabanas.
Era muy extraño. No me sentía con síntomas a causa de mi tensión, pero, ¿entonces por qué sentía excitación? ¿Era a causa del sueño? Todavía podía sentir sus labios sobre los míos y la forma en que los movíamos, era una unión tan deseable, y estaba seguro que fue esa la causa de mi extraña apariencia sudorosa que apenas empezaba a disminuir.
Desde que Pym apareció, cosas extrañas me empezaron a ocurrir, cosas desconocidas e indescriptibles. Soñar con ella siempre que dormía, sentirme nervioso, sudoroso y con el corazón acelerado cuando ella estaba cerca de mí, o cuando me tocaba mi cuerpo enloquecía comportándose de maneras incomprensible, luego estaba esa necesidad de estar a su lado, verla sonreír y sentirme sofocado y luego relajado cuando me miraba, cuando me hablaba.
Ella dijo que sabías que te gustaba alguien cuando sentías todo eso. Quería decir entonces que me gustaba ella, ¿no es así? Porque ya no encuentro otra explicación para lo que ella provocaba en mí...
Provocaba algo que nunca sentí con nadie más...
Y lo mejor de todo es que a pesar de que me confundía, me gustaba.
Quité las sabanas de mi cuerpo para salir de la cama, y caminar hacia la mesa. Tenía la intención de acercarme a su cuerpo, así que cuando llegué, en silencio tomé la otra silla y la coloqué junto a ella.
Me senté, sin quitar un ojo de su rostro, como su cuerpo levemente se movía cuando respiraba y exhalaba. Dormía plácidamente sobre sus brazos. Incliné un poco mi torso hacia adelante, llevando mis manos a la mesa discretamente a los dedos de su mano que sobresalían debajo de largos mechones de su cabello.
Dejé que mis dedos acariciaran su pulgar para luego repasar su piel, sentir su calor.
Eran tan suaves, tan blancos y pequeños, sí, su dedo pulgar era mucho más pequeño que el mío. Sin dejar de acariciar el resto de sus dedos, con mi otra mano, retiré varios de sus mechones, cuidadoso de no despertarla, acomodándolos detrás de su oreja, la cual rocé con las yemas de mis dedos.
La escuché suspirar, un leve ronroneo escapó de sus labios. Un sonido que casi me arrebató el aliento. En picada sentí el vuelco en mi corazón y esos latidos aumentando, conformé todo mi ser, deseo escuchar más de sus ronroneos.
Seguí, alzando más mechones y acomodándolos para revelar más de su hermosa composición, pronto vi sus carnosos labios que se movieron un poco, como si ella estuviera masticando algo. Tenían una forma tan atrayente, con esa mancha oscura y pequeña debajo de su labio, una mancha a la que ella llamó por lunar.
Deseé probar la superficie de sus labios, tocarlos, acariciarlos, descubrir su textura y sabor. Si en mis sueños sabían tan deliciosos y eran tan suaves, ¿cómo sabrían en la realidad? Sin duda serían mi más grande delirio.
—Eres preciosa, Pym— confesé en un ronco tono en el que dejé, sin poder evitarlo, mis dedos tocar la piel de su sien, cuando todos sus mechones que estorbaban ya estaban lejos de su rostro.
Mi piel se erizó al contacto cálido y suave, bajé, sin poder detenerme hasta su mejilla, repasando con mis dedos en suaves caricias sus diminutos lunares, esas manchas que le daban un toque único. Seguí acariciando, y cuando bajé cerca de su boca, tocando apenas la comisura más cercana, la sentí estremecerse bajo mi contacto.
Un estremecimiento que la hizo jadear, y que me gustó mucho, así como me gustaba ella. No me detuve, mis dedos se movieron un poco más acariciando el inicio de su labio inferior, el simple contacto con esa extrema piel suave, fresca y rellena, me había encantado tanto que mordí mi labio inferior.
Sí... Eran mucho más suaves que en mis sueños. Atractivos, frescos. Comencé a imaginar lo deliciosos que serían, y quise averiguar ese sabor.
Descubrirlo.
Quiero besarte, quiero besarte, Pym, besarte, tocarte, abrazarte otra vez, levantarte, sentarse sobre mi regazo y empujarme con fuerza contra tu cuerpo, hacerte gemir de esa sonora forma, quiero tener sexo contigo...Intimar, escucharte nombrarme mientras te hago mía una y otra y otra vez hasta dormir juntos...como mi pareja. Ese pensamiento no saldría de mi cabeza de ahora en adelante. A menos que...
Lo hiciera una realidad.
Pero temía, todo mi cuerpo temía acortar la distancia más de lo que ya lo había hecho para juntar su boca con la mía. Ella se enojaría seguramente si me encuentra besándola, ¿o le gustaría? Ahora que me lo preguntaba, ¿quién le gustaba a Pym?
—Me gustas— sincer�� a voz baja, sin dejar de contemplarla, sin dejar de acariciar ese carnoso labio inferior que cada instante más aumentaba mis ganas de acariciarlo, pero no con mis dedos, sino con mi propia boca—. Pero me gustas más que cualquier otra cosa.
Nada se compara con lo mucho que me gustas. Quise decírselo, pero sus párpados se abrieron con lentitud hasta por la mitad, inesperadamente conectando su mirada somnolienta con la mía. Parecía estar a punto de cerrarlos otra vez, pero los extendió, tomando un brillo de sorpresa. En ese instante, la piel de mi pecho ardió con el revoloteo desbocado de mi órgano cardiaco cuando esos labios se abrieron ante el toque de mi pulgar en su labio inferior.
— ¿Qué estas...? — No pudo ni terminar la pregunta con el aliento cortado, se enderezó de golpe, rompiendo todo contacto con mis manos, sin dejar de mirarme asombrada, confundida—. ¿D-de-desde cuándo estas miran...despierto?
No pude dejar de admirar lo siguiente que sucedió, sus mejillas adquirieron un color rosado y esa mirada zafiro se cristalizó. Se miraba hermosa con su cabello despeinado y su gesto de shock.
—Llevo solo minutos, no quise despertarte— repliqué, sin moverme, viendo ahora como ella apartaba la mirada y la colocaba en otra parte de la habitación, como si le costara creer que estuviera despierta.
—Oh... bien— se lamió con nerviosismo sus labios y se quedó un momento pestañado—. Pe—pero a la próxima despiértame— repuso casi en una petición, estirando sus brazos para alcanzar la charola y atraerla a ella, con torpeza.
Sus delgadas cejas se hundieron en tanto vieron mi plato con los alimentos sin tocar. A parte de mi plato, estaba el suyo con un sándwich sin morder, y una manzana sin tocar. Ella tampoco había desayunado, seguro que también estaba esperándome.
—Ni siquiera tocaste tu comida. ¿No te gusta el omelette?
—Sí, pero preferí esperarte— solté, monótono viendo como el color rosa se oscurecía un poco más, abrió sus labios, sin embargo, no la dejé decir nada más cuando comenté: —. Si te da sueño, puedes dormir en mi cama, la mesa es muy incómoda.
Creo que esa invitación le agradó pues sus bonitos labios se estiraron en una sonrisa que iluminó su precioso rostro, eso me hizo morder el labio inferior, inyectando más ganas de tomar su rostro con mis manos y besarla... Acorralándola contra la pared y contra mi cuerpo.
Era preciosa. Tan preciosa que no podía quitarle ni un ojo de encima, dejar de contemplarla, admirarla. Desearla como nunca.
—No quiero quitarte tu cama— mencionó, cesando el sonido de mis pensamientos más oscuros que quería mantener callados, de otra forma la excitación volvería y no quería que Pym se sintiera incomoda al ver que yo estaba... así. No quería que al final, ella se levantara, saliera y volviera con esa examinadora para que intimara conmigo pensando que tenía la tensión acumulada, cuando no.
—No me importaría dormir contigo, Pym— Y era cierto, ella era pequeña, delgada, seguro que no pesaba mucho, así que en mi cama habría un lugar suficiente para ella, sobre todo si la rodeaba con mis brazos, eso sería mejor.
Dejó sus orbes clavados en la comida de la charola un segundo para soltar su aliento y mirar hacía a mi cama, pestañeó desorientada y sonrojada antes de entornar la mirada de vuelta a la charola para tomar el primer plato con el Omelette y ponerlo frente a mí.
—No... cabríamos—la escuché murmurar, tomando su manzana para darle una mordida, sin dirigirme un poco su mirada. Me di cuenta en ese momento de que mis palabras la habían puesto nerviosa... o quizás incomoda.
—Yo haría que cupiéramos, Pym.
— ¿A sí? —inquiría, parecía divertida, un gesto que me confundió un poco aun cuando envió sus bonitos orbes en mi dirección.
— Sí, que duermas en mis brazos sería la forma correcta en la que dormiríamos a gusto—respondí, severo, sincero —. Así tampoco tendrías frio, y dormirías más cómodamente.
Pestañeó, desconcertada dejando que sus orbes cayeran sobre mi regazo y luego se posaran débilmente sobre una de las patas de la mesa. De pronto parecía decaída.
—Pe-pero tú y yo... no pode...mos...—carraspeó su garganta tomando ahora su botella de agua para abrirla y tomar un sorbo. Su sonrojo se desvaneció—. Pasemos de ese tema y mejor comamos rápido, tenemos muchas cosas que hacer.
(...)
—Por cierto, me dijeron que dentro de unos meses te enviaran a tu segunda maduración, una más y te enviaran al bunker, ¿no te sientes ansioso? —quiso saber. Sus dedos se deslizaron desde mi desnudo pectoral hasta el centro de mis costillas, donde pulsó profundo.
No sentí ningún tipo de dolor, así que cuando ella no vio que hice algún gesto movió sus dedos hasta mi costado, pulsando cada zona. Pensé en sus palabras, antes podía parecer fácil responderle que sí, que me sentía completamente ansioso de terminar esta etapa y ser emparejado con una de mis compañeras, pero ahora que recordaba que una vez en el bunker no tendríamos a nuestra examinadora con nosotros y menos la veríamos otra vez, me hacía dudar.
No vería más a Pym cuando terminara esta etapa. No vería sus hermosos ojos, sus carnosos labios formando una sonrisa, no escucharía más su voz, y eso... Yo no quería dejar de escucharla.
Por lo tanto, era un no, no estaba ansioso de terminar esta etapa, y quería todo lo contrario, que tardará más en terminarla para pasar más tiempo con ella, y solo con ella. No quería a nadie más con nosotros.
—No—fue lo único que dije. Su mirada se apartó de la piel de mi costado para verme con una mueca.
—Bueno, supongo que estás seguro que terminaras la etapa —dijo, con un ápice de interés, encogiendo sus hombros—, por eso no hay motivo de sentirse ansioso o nervioso.
No, no era por eso. Era por ella.
Se me estremecieron mis músculos cuando dejó que su mano viajara hasta mi estómago con una suavidad que hasta me hizo jadear, ella vio esa reacción y se detuvo, poniéndome mucha atención
— ¿Te dolió?
—No—contesté, viendo sus cejas levemente fruncidas en un gesto sospechoso—, sigue pulsando—pedí, y ella asintió, regresando su mano a mi estómago, debajo de mi ombligo para pulsar cerca de la toalla que cubría mi masculinidad, poniendo tanta atención a esa parte de mi cuerpo y a mi rostro en caso de que hiciera algún gesto. Pero no lo hice, en verdad que ya no me dolían los músculos, solo la parte inferior de mis pantorrillas, y era lo único.
Dos repentinos golpes fuera de mi cuarto la inquietaron, sacó su mano de mi cuerpo, dejando esa ausencia de su toque y su calidez.
— ¿Quién es? —lanzó una exclamación, tomando a toda prisa la sabana para cubrir la mitad de mi cuerpo, una sábana que terminé tomando mientras me sentaba y la veía aproximarse a la cortina a pasos torpes y nerviosos, cuando no escuchó respuesta del otro lado.
Levantó la cortina dejando ver el enorme cuerpo que esperaba del otro lado, y no tuve que mirar de más para saber de quién se trataba, sin embargo, lo hice, confundido y un poco sorprendido al darme cuenta de la sonrisa de felicidad que Pym había extendido cuando lo vio esos orbes marrones y esos labios curvados en una extraña sonrisa torcida.
—Estas aquí—le escuché decir a ella, sorprendida, mirando una y otra vez todo ese cuerpo como si le costara creerlo—, pero... pero, ¿co-cómo? ¿Por qué estás aquí? ¿No te tocaba la guardia en el área negra?
Recordé aquella vez en que ella había sonreído de ese mismo modo fuera de mi cuarto cuando él se le acercó y la abrazo... así... de la nada, sin ni siquiera hablarle, solo la abrazó. Me pregunté cómo había sido capaz de abrazarla si ni siquiera haberle pedido permiso como yo lo hice, y ni aun así me dejó abrazarla otra vez como sucedió en la ducha.
Lo que más me confundió en ese entonces fue saber que ya se conocían, era más que obvio, pero, ¿cuándo se habían conocido? Hasta donde recordaba ellos no se conoc��an, lo supe cuando él me preguntó por el nombre de mi examinadora suplente, más de dos veces y en días diferentes, aunque fue cuando recién Pym comenzó a cuidarme, pero, aun así, no entendía, ¿qué significaba esto?
—No quería cubrir mi turno esta vez—apostilló, deslizando su mano dentro de uno de los bolsillos de su uniforme para sacar un trozo de hoja con forma de ropa blanca que terminó extendiéndole a ella— Antes tenía que verte, preciosa... Feliz siete meses.
Mis entrañas se congelaron cuando escucharon esa palabra con la que yo describía a Pym, saliendo de ese par de labios que provocaron un sonrojo mayor en las pecosas mejillas de mi examinadora. ¿Por qué la llamaba así? ¿Cómo se atrevía a llamarla preciosa?
Yo era el único que... Se me esfumó el pensamiento cuando ese pequeño se lanzó sobre él alzando sus brazos delgados y rodeando su cuello con una fuerza que hizo que él retrocediera y la cortina se cerrara ante mis ojos, viendo como ultima cosa esos enormes brazos rodearle el cuerpo...antes de que la cortina los desapareciera de mi vista, cubriendo todo el panorama de algo que me había anudado el estómago.
Su risa femenina y de felicidad secó mis huesos, uno por uno tras una descarga eléctrica. En mi mente la imagen de ese abrazo, tan parecido al que le dio aquella vez, y al que yo le di en la ducha... Ese abrazo que incluso le pedí para volverla a sentir cerca de mí y que ella se negó a dármelo, ahora se lo estaba dando a él, y él ni siquiera se lo había pedido.
¿Qué estaba sucediendo? ¿Por qué otra vez estaban abrazándose? ¿Por qué ella le daba el permiso a él y a mí no? Una sensación caliente creció en mi interior, en aumento, a apretar mis puños, blanqueando mis nudillos, sintiendo esa impotencia que no resistí cuando escuché sus voces:
—Pensé que se te había olvidado.
— ¿Algo tan importante cómo nuestros meses juntos? —No pude cerrar los ojos al escuchar esa voz—. Ni en mis sueños, Pym, tú eres importante para mí.
Mi cuerpo reaccionó por sí solo, con los músculos retorcidos me levanté de un salto fuera de la cama, para encaminarme a la cortina verde donde al levantar mis brazos, mis dedos se entiesaron a medio camino de tomarla y arrancarla con la necesidad de ver al otro lado. Dudé, solo dudé un instante porque sabía que si salía sin autorización me castigarían, pero no pude evitarlo, no podía, solo no podía esta vez, así que tomé la cortina y...
La aparté.
Pero tan solo lo hice me arrepentí de inmediato. Me arrepentí tanto que mis labios se retorcieron, se me inmovilizaron mis dedos, mis sentidos se cegaron, el cuerpo entero se debilitó y algo indescriptible me abandonó. No tenía que analizar la escena ni mucho menos darle una segunda mirada para reconocer lo que estaban haciendo. Era lo mismo que miré en una de las historietas que ella me trajo, incluso lo mismo que hacía con mi examinadora Erika y lo que vi del otro lado de mi incubadora...
Solté la cortina sin poder soportarlo, para que volviera a cubrir esa escena que, aún en mis peores pesadillas no olvidaría.
Y me aparté, a pasos lentos volviendo a la cama, ahora con la quijada a punto de desencajarse de mi rostro y mí endurecido ceño que empezaba a entumecerme por lo mucho que lo apretaba.
Justo lo que soñé, justo lo que más deseaba estaba ocurriéndole a él... No a mí. Tenerla en mis brazos, apretarla a mi cuerpo sin lastimarla, besarla con delicadeza o rotundidad, perderme en sus labios al ser correspondido, deleitarme en su sabor, en ella. Solo en ella.
—Te extrañé mucho— Escuchar la dulzura de su voz produjo un asqueroso sabor en mi garganta—. En verdad pensé que se te había olvidado.
—Pedí la noche libre para tenerla solo nosotros dos— Un vacío amargo se adueñó de mi cuerpo al saber que Pym no pasaría la noche conmigo—, así que desocúpate de ese animal rápido, ¿sí?
Animal... Noes la primera vez que me llaman así.
— ¿En serio te dejaron? —se escuchaba igual de sorprendida.
Subí a la cama, recostándome de inmediato tras cubrir mi miembro con la toalla, tratando de ignorar esa conversación que, aunque fuera en voz baja, podía escucharla, para mi lamento, con demasiada claridad. Quise arrancarme los oídos, pero fue demasiado tarde cuando ella volvió a entrar, con esa sonrisa de la que por primera vez tuve un gran fastidio.
Noté que no se dirigió a mí, sino a la mesa, hacía su mochila que pronto tomó y abrió para guardar esa hoja con la forma de una rosa. Seguí observando esa sonrisa tan diferente a las que hacía conmigo, sintiendo esa molestia, esa misma impotencia.
Se volvió a mí después de un suspiro.
—Bien, continuemos con las pulsaciones, ¿sí? — Ni siquiera me echó una mirada, solo se paró junto a la cama, sobando sus manos un momento antes de tocar mi abdomen, volviendo esa cálida sensación que solo ahuecó más mi pecho. Miré sus carnosos labios, la forma en que se los mordía
Solo recordar como lo besaba, como él la besaba y la apretaba contra sí, me retuvo el aliento, la quijada volvió a apretarse e mi rostro. Ahora menos quería sentir el toque, era una tortura.
— ¿Te duele?
—No—espeté.
—Ahora que recuerdo... ¿Sabes lo que la recepcionista me dio esta mañana? —Miré ese nuevo entusiasmo en su mirada antes de dejar que su mano se adentrara debajo de la toalla para tocar mi vientre con sus suaves y frescos dedos. Esos mismos que se enredaron en el cabello de él...
Apreté los dientes para no gemir por el contacto de las yemas de su dedo con esa parte de mi piel, con cada profunda pulsación en la que apenas sentía sus uñas, enviaba descargas tensas por todo mi cuerpo, pero, sobre todo, descargas tensas y excitantes que se concentraban en mi vientre al final.
Me di cuenta de que, con ella, era imposible no sentirme así a pesar de lo mucho que no me gustó verla besarlo, abrazarlo, y que a mí me negara todo eso...
— ¿Qué te dio? —escupí la pregunta, serio, con la intención de que ella notara mi molestia. Pero solo movió sus dedos para tocar mi ingle, aumentando la tensión en mis músculos, antes de relamerse los labios y curvarlos en una sonrisa, sin ni siquiera notar mi seriedad. Mi molestia, o la forma en que la miraba.
—Los perfiles de los experimentos, solteros— canturreó, y no la entendí, ella se dio cuenta de eso después de que permanecí en silencio—, para que elijas con quien quieres emparejarte.
Y esas descargas tensas, y esa molestia de su beso con ese guardia de seguridad desaparecieron al instante cuando vi la hermosa sonrisa que se extendió por completo en sus labios. Estaría latiendo mi corazón desbocadamente y calentándose mi cuerpo más de lo acostumbrado por esa hermosura, sino fuera porque lo que provocó que incluso soltara una exhalación vacía y todas esas sensaciones se congelaran, había sido esa sonrisa soltada junto a esas palabras.
—Dicen que una vez que la elijas a la que más te haya gustado, la examinadora ya no tiene que intimar contigo nunca más, al menos eso me dijeron—Dejé de escucharla, sin poder quitarle la mirada de encima, mucho menos a esa iluminada sonrisa—, te traerán a la chica para que la conozcas. Como si fuera una cita, y si se gustan, se emparejarán... ¿No es eso bueno?
— ¿Para ti lo es?
—Que intimes con alguien con quien tú quieres, sí...—Su asentimiento penetró mi helado pecho. Algo se ahuecó en mi estómago otra vez, y quise saber que era ese sentimiento.
Y me pregunté... Me pregunté por qué, por qué estaba tan emocionada con esa noticia, a mí no me sorprendía de ninguna manera, no provocaba nada más en mí que el temor de ser apartado de ella, pero, ¿por qué ella...? ¿Entonces no le importaba que nos apartaran?
Odié como loco el tipo de respuesta que tuve enseguida por mis propios recuerdos. Se me había olvidado que ni siquiera quiso intimar conmigo... Ni siquiera me dio el permiso de volverla a abrazar, pero a él lo abrazó, y le permitió besarla de la forma en que yo quería hacerlo.
Lo entendí, ella no quería estar conmigo, y no quise pensar más en eso.
— ¿No te gustó la noticia? — A mi seriedad, ella preguntó, ahora parecía un poco preocupada, su sonrisa al fin había desaparecido, así era mejor, me sentiría menos decepcionado.
— ¿Qué si no me gustó? —repetí con severidad su pregunta, sintiendo mi mandíbula apretarse al oprimirme esa molestia de sus palabras repitiéndose en mi cabeza, al igual que la escena con ese guardia.
Miré en otra dirección con severidad, y no esos azulejos que me tenían cautivados desde el momento en que los vi. Pensé que apartaría de mí la mirada en seguida, pero no lo hizo y solo me sentí más molesto.
— Sí eso es lo que más he querido, ser emparejado —se me endureció la tonada, entonces uno de mis brazos se movió, sacando su mano del interior de la toalla para que dejara de tocarme. Para qué dejara de hacerme sentir todas esas sensaciones por las que, en ese momento, sentí repulsión.
La solté de golpe, aventando su mano hacía su estómago, ese acto le desconcertó mucho, más de lo que imaginé.
—Y madurar para dejar de ver a las examinadoras—Apreté mis puños, mientras, ignorando la forma en que sus labios se separaban y esa mirada decaía en confusión, decidí sentarme en la cama —. Quiero verlas...
Al no escucharla hablar, me obligué a clavarle la mirada, su pequeño cuerpo tembló, se sostuvo las manos, parecía nerviosa, pero más que eso, confundida tratando de hallar una explicación en mí.
—Dije que quiero verlas, Pym...—solté cada palabra entre dientes, viendo la forma en que se estremecía.
— ¿Por qué...? —hizo una pausa en la que frunció más sus delgadas cejas—. ¿Por qué estás molesto?
Y a penas lo notaba...
—Solo dame los perfiles, entre más rápido me decida por mi pareja...—No controlaba mis propias palabras, no podía ignorar esta molestia, este celo—. Más rápido dejaré de verte, ¿no es eso lo que quieres?