—¡Ninguno tendréis una muerte placentera...!
»¡Yo, Chen Xuan, soy un hombre bendecido por la Voluntad del Cielo! ¡Recibiréis el karma por todo lo que me habéis hecho!
Chen Xuan fue recuperando la conciencia poco a poco. No obstante, el dolor aún era como mil millones de hormigas devorándolo por dentro. Un entumecimiento helado se extendió por todo su cuerpo, de los pies a la cabeza, dejándolo casi completamente inmóvil.
Lin Fan no prestó atención a los gritos de Chen Xuan en lo más mínimo. Solo estaba mirando la zona de Chen Xuan para una inspección más estrecha.
Pero en cuanto a Han Mei y los demás, estaban bastante incómodos. Esos gritos sonaban como si contuvieran las quejas de los demonios que tenían hambre y sed, arrastrándose sobre uno hasta las profundidades de sus corazones.