—¿Los amantes se atreven a tomarse de las manos en público?
Al escuchar esas preguntas ridículas, Wang Zheng se rindió y continuó barriendo el piso, dejando a los demás en su charla ociosa.
Un estallido de risa sonó cuando Wang Zheng se fue. Unas horas después, un nuevo grupo de guardaespaldas se hizo cargo del turno. Wang Zheng tomó la iniciativa y preparó bebidas para los nuevos guardaespaldas.
—Buen chico. ¿Escuché que eres un soldado?
—Estoy seguro de que eres un soldado de la Alianza de la Vía Láctea. Tus acciones y tu estructura se ajustan exactamente al estereotipo. Hombre, debes haber ofendido realmente a muchas personas para haber sido enviado a un lugar tan miserable a tan temprana edad.
La familia Lan gastó el capital que tanto le costó ganar para contratar a esos mercenarios como sus guardaespaldas. Las miradas de los guardaespaldas eran más penetrantes cada segundo, y miraban a los demás sin ningún rastro de sesgo.