En el café de esa pequeña ciudad, el jefe de ese café era considerado su dios. Era su experto más famoso, a pesar de su mal ojo.
Él no era diferente de un dios. Un verdadero dios.
Incluso en sus sueños, no podían imaginar que, en ese campo de batalla, Qiangsen perdería.
Ese Dios de la Guerra No. 1 permaneció en silencio en la oscuridad. No era diferente del demonio más terrorífico que haya existido.
—Maestro ... ¿Cómo podría ser eso?
Ah Luo estaba completamente en shock. ¿Cómo podría haber alguien en ese mundo que pudiese usar un Dios de la Guerra No. 1 para vencerlo? Además, estaba en ese terreno oscuro.
Qiangsen se quitó los auriculares del juego lentamente, y sus ojos se abrieron. Al mirar ese mundo extraño, sus ojos brillaban con una leve chispa de pasión.
Su boca se convirtió gradualmente en una sonrisa irónica. A veces, la derrota era una forma de fortuna.
