Lu Xinyi mordió su labio inferior. Se negó a pensar que no podía salvarlos. Si Shen Yi realmente los consideraba peligrosos para su seguridad, podía adivinar aproximadamente lo que él haría con ellos. ¿No había ninguna salida? No podía creer que hubiese un día en el que se enfrentase a esos problemas.
Momentos después, una idea le vino a la mente. No estaba segura de que su marido estuviera de acuerdo con ella.
—Maridito, ¿no dijiste que necesito mis propios guardaespaldas?
—¡Lu Xinyi! —rugió Shen Yi a su lado. Lu Xinyi gritó y retrocedió mientras sus guardaespaldas fingían que no escuchaban nada.
Se vio obligada a taparse los oídos aunque era demasiado tarde porque le dolían los tímpanos.
—¡Tan fuerte! ¿De verdad tienes que gritar junto a mis oídos? —se quejó.
—¡Porque estás diciendo tonterías otra vez! ¡No te estás tomando este asunto en serio!