Los hijos de los lobos y Li Yuren se quedaron sin palabras con la explicación de Lu Xinyi. Con su sonrisa brillante y su actitud emocionada, uno no pensaría que este grupo la tenía prisionera. Hasta Li Yuren estaba sorprendido con su entusiasmo. Las hierbas que iba a usar... ¿eso significaba que planeaba ayudar a este grupo de mercenarios?
—Ah, entonces eso es bueno. El conejito mejorará.
Jiao Jiao sonrió.
Lu Xinyi le devolvió la sonrisa, pero su estómago comenzó a gruñir de nuevo, recordándole que no había comido nada desde la mañana. Las últimas veinticuatro horas fueron demasiado agotadoras para ella, por lo tanto, también habían pasado veinticuatro horas desde que comió algo decente. Cuando la fiebre del niño baje, tal vez ella y Li Yuren deberían separarse del grupo y buscar un rescate.