La mañana siguiente fue un poco incómoda para la pareja de casados.
Lu Xinyi había despertado de su profundo sueño gracias al sonido de una aguda alarma que rompió el silencio y la paz mañanera. Como era usual, se dio vuelta y se acurrucó entre la calidez de las sabanas. Sus gruesas pestañas se contrajeron ligeramente cuando se topó con algo fuera de lugar. Frunció el ceño, sintiendo una masa cálida y sólida a su lado.
Su mano se movió involuntariamente hacia lo que según ella era la barrera de almohadas que la separaba de Shen Yi. Sus ojos marrones se abrieron ligeramente en confusión y su iris se ajustó a la luz que emanaba de la ventana. Lu Xinyi levantó su torso del colchón; el ligero peso que sentía en su cintura se desvanecía mientras se levantaba.