—¿Preparé yo alguna bebida ayer? Tú me diste esas dos bebidas, ¿no es así? —preguntó Su Qianci.
Tang Mengying tenía el corazón casi en la garganta. Miró sorprendida a Su Qianci.
Esta mujer... ¿en qué momento se ha vuelto tan inteligente? No solo no ha caído en la trampa sino que se las había arreglado para tendérsela a Tang Mengying.
Con sudores fríos cayéndole por la frente, Tang Mengying miró hacia abajo y vio de nuevo las marcas de besos en la clavícula de Su Qianci. Tang Mengying apretó los dientes y decidió ir todavía más lejos.
—Tú me pediste que preparara esas bebidas para ti, ¿verdad, Su Qianci? Pensé que éramos amigas, ¿cómo has podido...?
Li Sicheng miró directamente a Su Qianci, con ojos inquisitivos. Decepcionada, Su Qianci ya tenía su respuesta. Una era su amor de la infancia y la otra su recién casada mujer, con quien llevaba solo tres días. ¿A quién iba a creer?
La respuesta era obvia.
Con intención de arreglar las cosas, Su Qianci se levantó. Ante la feroz mirada de Li Sicheng, ella refutó:
—¿Qué es lo que he hecho? Tú eres la rara, llamando a la puerta de una pareja recién casada. Si no te conociera bien, pensaría que tienes un plan.
Tang Mengying palideció de repente. ¿Es esta la Su Qianci de siempre? Después de tres días, se había producido en ella un gran cambio. Había madurado mucho, era más sofisticada e inteligente. Había conducido la conversación para poner en duda a Tang Mengying. Su coeficiente intelectual e inteligencia emocional diferían mucho de los de aquella chica rebelde que Tang Mengying recordaba.
¿Estaría equivocada Tang Mengying?
No, imposible.
Esta chica estúpida ya debería haberse asustado. Después de todo, si Li Sicheng pensaba que Su Qianci le había drogado, ella ya no tendría ninguna oportunidad con él.
Cada uno tenía su objetivo, pero el de Li Sicheng era un misterio. Sin embargo, fuera cual fuera el resultado, a Li Sicheng no le gustaría.
Parpadeando, Tang Mengying de repente adoptó un semblante lúgubre.
—¿Cómo podría yo tener un plan? Su Qianci, ¿por qué has dicho algo así? ¡Me estás haciendo mucho daño! —los ojos de Tang Mengying enrojecieron y empezaron a caerle algunas lágrimas—. Solo estaba algo enfadada pero, si he dicho algo que te haya molestado, dímelo. Yo...
Miró a Li Sicheng y siguió entre lágrimas: —Hermano Sicheng, lo siento. Pensé que aun casándote con otra mujer, serías mío para siempre. Pero, no me di cuenta....
El corazón de Su Qianci se hundió. ¡Qué mujer!
Con solo unas palabras, Tang Mengying intentaba explicarse, sin embargo, estaba culpando de todo a Su Qianci. Sorbiendo su nariz, Tang Mengying se agachó rápidamente y dijo:
—He roto la botella sin querer. Sería horrible que alguno de los mayores lo viera. Me ocuparé de ello enseguida.
Cuanto más hablaba, más lúgubre sonaba. Cuando Tang Mengying estaba a punto de recoger los trozos, una voz dijo fríamente:
—Levántate.
Li Sicheng levantó a Tang, miró a Su Qianci y exclamó:
—Límpialo.
—No pasa nada, hermano Sicheng —dijo Tang Mengying. Parecía humillada y mantenía los ojos muy abiertos.
Su Qianci hizo una mueca; estaba impresionada. Así que Tang Mengying ya se comportaba así hacía cinco años. Con una oponente como ella, no había muerto en vano.