—Todo arreglado.
Seguro que se sentía diferente tener a un jefe de su lado. Rhode aterrizó ágilmente en el suelo, envainó su espada, y se dirigió al cristal negro. Ese cristal espiritual negro rebosaba una extraña y fría energía y la cara de Grazite se podía ver claramente en su superficie. Hubo un instante en el que Rhode sintió que ese rostro hábilmente tallado aún estaba vivo.