Los ojos de Rhode estaban llenos de satisfacción cuando se acercó a la ventana y vio el oscuro y tranquilo bosque. Dejó el trozo de papel y se frotó suavemente la frente. La puerta se abrió lentamente y una figura pequeña entró con un plato de comida.
—Rhode... La cena...
—Gracias, Christie. —Rhode le sonrió a la niña cuando puso el plato en la mesa y le acarició el largo cabello. Debe decirse que el suave cabello de la chiquilla se sentía increíble al tacto, y le daba paz mental a Rhode.
—Rhode... ¿cuándo despertaste? —preguntó Christie, preocupada.
—Hace unas cuatro horas. No te preocupes, estoy bien. —Rhode vio su preocupada expresión y mostró una amarga sonrisa.