El vino escarlata ondulaba en la copa bajo el brillo del cristal mágico. Zieg Alanic estaba sentado cómodamente en una silla vestido con un esmoquin. Su cabello bien peinado era tan meticuloso como su personalidad. Su rostro confiado y sus ojos oscuros miraban la copa de vino que tenía en la mano como si estuviesen entrando a un estado de meditación.
No había mucha paz en el exterior. Aunque habían pasado algunos días, todavía había estallidos, choques de espadas e insultos de vez en cuando. Todo quedaba en silencio…Y después de unos momentos, se repetía.