Bum... bum... bum...
Cada paso se sentía como un martillo de acero golpeando sus corazones. Los mercenarios aguantaron la respiración y observaron la silueta negra hasta que la luz la reveló por completo.
—Oh, Santa Alma...
En el momento en que Kavos vio la figura, perdió todo el sentido y quedó boquiabierto. Se aterrorizó hasta el punto en que sus dagas casi cayeron al suelo. Afortunadamente, se dio cuenta de lo que estaba pasando y recuperó la compostura.
Una gorda e hinchada abominación estaba frente a ellos.
Parecía tener algunos rasgos humanos, y tal vez solía serlo, pero en este momento solo era un cadáver descompuesto e irreconocible. Había globos repletos de fluidos debajo de su piel. Su enorme cabeza estaba apretada entre sus hombros sin que hubiera cuello a la vista, y su cara estaba tan abarrotada de grasa que ni siquiera se podían ubicar sus ojos.