Por un momento, Rhode pensó que sus ojos le jugaban una mala pasada hasta que se pellizcó para confirmar que no era un sueño. Mirando a la niña, Rhode contuvo la respiración y cerró los ojos. Después de un tiempo, finalmente se calmó y caminó lentamente hacia ella. Se inclinó hasta el nivel de sus ojos y la miró con cuidado.
Al ver el accionar de Rhode, la niña parecíaestar un poco asustada. Sus manos sujetaban con fuerza la taza de té, pero no parecía que quisiese escapar. En cambio, cuando la examinaba, le devolvió la mirada con curiosidad al joven desconocido. También dudaba de por qué esa persona tenía exactamente la misma cara que ella.
—Hola, jovencita. Soy Rhode Alander. ¿Puedes decirme tu nombre?
El tono de Rhode era increíblemente amable. Incluso su habitual expresión fría pareció haber desaparecido.