Lo último que esperaba ver era al ghoul, Everest, sosteniendo el cuello de una mujer desconocida. El ghoul tenía su mano envuelta alrededor de su cuello firmemente en un agarre mortal. Quienquiera que fuera luchaba por zafarse, pero el ghoul era demasiado fuerte.
—Everest —susurró su nombre para que el ghoul la mirara.
La mujer tenía lágrimas en los ojos, la sangre le bloqueaba la cabeza y sus ojos rojos de vampiro se volvían más rojos. Ni siquiera un vampiro era rival para el ghoul, ya que no residía exactamente en éste plano del reino. Nació del dolor y el caos de un niño pequeño bañado con la misma sangre que había consumido. Al ver a la mujer defenderse, recordó el momento en que había estado en la mansión de nieve. Tuvo destellos de lo que sucedió ese día pasándole frente a sus ojos, lo que hizo que le doliera la garganta al recordarlo.