Vivian, fue a limpiar el ala oeste de la mansión, estuvo parada frente al gran retrato familiar que colgaba en una pared amplia, con dos lámparas que alumbraban cada lado del pasillo desierto. El retrato era de los Señores Carmichael, con un joven Leonard que tenía una mirada gruñona en el rostro. Todos los recuerdos de su infancia se acumularon, por lo que Vivian no recordaba cuándo habían pintado el retrato.
Tomó el paño seco que había llevado consigo y comenzó a limpiar con cuidado bordes del retrato. Cuando limpió el lado donde estaba Leonard, parado cerca de su madre, no pudo evitar que el calor se extendiera por sus mejillas, mientras sus labios se curvaban en una pequeña sonrisa al pensar en el joven Leonard.
No había cambiado nada, y ella tampoco.