Una mujer de la aldea se despertó temprano en la mañana antes de que los rayos del sol tocaran su casa. Agachándose para llenar el recipiente vacío con agua del canal, salpicó su cara para deshacerse del sueño. Arrastrando los pies por la casita, fue a ordeñar la vaca que estaba atada al palo. Escuchó al perro callejero, que su hijo había llevado a casa, ladrar no muy lejos de su casa, estaba ladrando fuerte mientras se movía de un lado a otro.
—¡Bernard! ¡Bernard! —llamó a su hijo, que aún dormía en su cama dentro de la casa—. Traes a un perro y haces que yo lo cuide —dijo la mujer enfadada.
—¿Qué tiene a tu perro ladrando tan temprano en la mañana?