Charlotte se sentó a la mesa con sus padres, su mano apenas había tocado la comida en su plato. Los días se habían congelado en su vida, el tiempo no se detuvo para nadie y la dejó en un lugar al que no podía ir ni hacia atrás ni hacia adelante.
La atmósfera en su mansión se había vuelto oscura y aburrida. Entre los otros chicos de la familia, Julliard y Charlotte siempre habían sido los más animados del resto. Desde que su hermano, Julliard, falleció, todo había cambiado. Charlotte hablaba menos, sólo tenía unas pocas palabras para compartir.