Vivian respondió, manteniendo su voz lo más que pudo. —¿Cuánto tiempo llevamos aquí? —preguntó. Mientras Datan iba marcando la hora, no se había molestado en cronometrar su entrada en el almacén.
—Unos cuarenta minutos. Todavía tenemos mucho tiempo para encontrar sus pertenencias. Es bueno que no tengamos a nadie entrando aquí, porque sería muy difícil esconderse y salir —Datan miró alrededor de la habitación, viendo la longitud de la escalera por la que acababa de bajar—. Aquí, toma esto. Déjame ir a buscar otra linterna —le dio su linterna para que la sostuviera mientras se llevaba consigo la que no estaba encendida, caminando en línea recta y girando a la derecha, acercándose acercaba a las puertas del almacén, donde las linternas de repuesto estaban ardiendo suavemente.
Una vez que él desapareció, el horror se formó en su cara.