—Has sido un hombre leal, Abel, pero eso no significa que la pérdida que hemos estado experimentando sea menor —dijo el hombre, su mano se asomó a la luz para levantar el vaso de sangre que estaba sobre la mesa y desaparecer cuando lo llevó a sus labios, que se moldearon en la oscuridad.
Abel no dijo ni una palabra, se quedó callado escuchando lo que el hombre tenía que decir. Estaba claro que estaba molesto por los pequeños contratiempos, pero no había nada que pudiera haber hecho en ese momento. Sin olvidar que el primer pergamino que se perdió no fue culpa suya, sino de otro concejal que fue asesinado hace unos años tras, cuando ocurrió la muerte de la bruja blanca que también era esposa del segundo Señor de Valeria.
—Lancelot dijo que se reunió con Ester anoche. Ella te transmite sus saludos —dijo Abel, inclinando nuevamente la cabeza y luego levantando la vista, pero no oyó ningún murmullo.