La Hermana Isabelle encendió las velas en la iglesia, yendo una por una donde las nuevas velas habían reemplazado a las derretidas. Como era de noche, la iglesia se veía oscura excepto por las partes que estaban cerca de las velas encendidas. Truenos caían sobre las tierras como cualquier otro día en Bonelake, gruñidos de trueno, susurros de los vientos que brotaban y se precipitaban por las tierras a través de los árboles y las casas.
Un hombre que salía por la puerta lateral con un paraguas en la mano temblaba, doblando el paraguas mientras lo dejaba apoyado en la pared donde el agua había llegado para empezar a acumularse en la punta del mismo.
—¡Has vuelto! ¿Cómo fue tu visita a la mansión Carmichael, Hermana Isabelle? —preguntó caminando hacia ella.