—¿Estás bien? —preguntó Lettice, sentándose junto a Heidi en la cama.—¿Te sientes mal por el compromiso?
Después de que Heidi saliera de la sala de piano, había ido a dormir a su habitación, pero no pudo. El corazón le latía con fuerza en el pecho, yacía en la cama, incapaz de borrar la sensación que sintió en la sala del piano con el Señor. Se sentía confusa.
—Yo... no puedo —dijo Heidi, mientras Lettice la miraba con una expresión de asombro.
—¿De qué estás hablando? —susurró Lettice preocupada.
—No creo que pueda seguir adelante con esto, comprometerme con alguien a quien no amo —se encontró con los ojos alarmados de Lettice.