Una doncella que había venido a poner flores frescas en el jarrón de la habitación de Heidi Curtis llamó a la puerta dos veces, anunciándose a sí misma, y girando el pomo de la puerta, entró en una habitación vacía. Una vez que terminó de reemplazar las flores marchitas, puso las nuevas, las cuales fueron recogidas del jardín, y se preguntó si la Srta. Curtis estaba en el baño. Sin embargo, no había ningún sonido de agua corriendo detrás de la puerta.
Un poco preocupada de que la señorita se hubiera quedado dormida, o ahogado en la bañera, volvió a tocar la puerta llamando a la señorita antes de abrirla, y vio que la señorita no estaba allí tampoco. Tal vez la señorita se levantó temprano, pero aún así, a ninguno de ellos se les dio alguna tarea para atender a la joven.
Sin permanecer más tiempo en la habitación, la doncella salió de ella para encontrarse con el mayordomo parado justo afuera.