Nicholas miró fijamente a la pared mientras dejaba salir el humo por sus labios. El humo tenía un olor a esencia de bosque, a diferencia del olor acre que dejaban los habanos habituales. Los había comprado durante una subasta solo por interés. Aunque era un fumador, no le agradaba mucho el olor que emitían los puros normales. Se sentó apoyándose en la cabecera de la cama, con los pies cruzados y cubiertos con una parte de la manta negra, la que tapaba la parte inferior de su cuerpo, mientras que el resto era compartida con Heidi, quien dormía a su lado.
Su cara estaba ensombrecida con una expresión grave mientras fumaba otra bocanada del cigarro, antes de apagarlo en el cenicero junto a la cama. Con el número de décadas que habían pasado, él nunca había pensado que se encontraría en un día así; al menos, no en ese estado.