Tanto Cati como su primo, Rafa, estaban sentados frente a las tumbas de sus familiares. Era una mañana tranquila, con aves volando en la distancia y el sol brillando alto en el cielo. Cati sujetó su vestido cuando una brisa voló junto a ellos, levantando las ramas secas y las hojas junto con el polvo del terreno.
Cati notó a una mujer con una niña a un lado del cementerio. La niña sujetaba sus manos cerca de su pecho, y mantenía los ojos cerrados mientras rezaba por la persona de la tumba. Al pasar, la mujer hizo una pequeña reverencia que Cati reciprocó. Aunque no las conocía y no había hablado con ellas, algunas personas venían con frecuencia a rezar y era frecuente encontrarse con ellas en este lugar durante su estadía en Valeria.
Sus oraciones fueron rápidas, y decidió caminar a otra tumba para darle privacidad a Rafa con sus padres.
La muerte era rápida, y la pérdida llevaba al vacío, pensó.