―Hay una obra a medianoche hoy que ambos hubiésemos disfrutado, pero desafortunadamente tendremos que esperar para la próxima vez ―dijo Alejandro, mientras caminaban a la entrada cuando vieron Martín con un abrigo negro y café, sucio y hecho de piel en la mano, caminando hacia ellos. El mayordomo ayudó al Señor a ponerse su abrigo.
El Señor entonces hablo con el mayordomo mientras estiraba su abrigo.
―Has que alguien más la cubra en el trabajo hasta mañana.
―Sí, mi Señor ―dijo el mayordomo, inclinando la cabeza.
Confundida, Cati miró al Señor Alejandro.
―Pero tengo planes. ¿Por qué necesito el día libre?
―Tú primo podría estar aquí. Pensé que te gustaría ponerte al día y pasar tiempo con él ―dijo, haciéndola entender.
―Gracias por ser tan considerado sobre eso ―dijo, y luego preguntó con curiosidad―. ¿A dónde va?
Hacía apenas una hora que había llegado a la mansión.