―P-pero no lo sé, yo…
Alejandro puso un dedo en su boca y vio cómo se agitaba con cada segundo.
Él le dio un sorbo del vino pensando que le calmaría los nervios, pero aún no hacía efecto.
―Ni siquiera lo sabes ―dijo, atrayéndola hacia él―.Estoy contento de que no lo sepas. No tienes nada de qué avergonzarte, Cati. Tu inexperiencia lo hará bastante fácil para mí.
El borde de su boca se elevó con satisfacción.
―Te convertiré en la mujer que deseo ―dijo, y entonces la llevó a la cama.
Mientras bajaban a la cama, ella sintió sus labios forzando los suyos a abrirse, ysu lengua se deslizó dentro de su húmeda y ardiente boca, enredándose con la lengua de ella. A medida que el Señor la besaba apasionadamente, ella sentía como él robaba su aliento y luego le daba vida otra vez con el suyo.