Miró a la mujer que se fue a pararse frente a él fuera de la celda, donde él estaba parado detrás de la barra. Decir que no se había imaginado a él aquí sería una mentira. Con la forma en que su madre había fallecido sin ser atendida mientras Malphus no tenía permitido ir a verla, no le llevó mucho tiempo adivinar cuál sería su estado algún día. Pero esto era demasiado pronto. Más pronto de lo que esperaba. Seguro que de vez en cuando por diversión, él y Silas se habían encerrado cuando eran niños pequeños allí, pero nunca fue en términos de horas.
—¿Cómo encuentras la celda, Malphus? —preguntó su madrastra como si estuviera preocupada.
—¿Sabe papá que estoy aquí?
Ester sonrió. Sus ojos azules brillaban ligeramente con una expresión divertida.
—¿Qué piensas? —preguntó.
—Si lo supiera no te lo preguntaría ahora, ¿verdad? —dijo Malphus inclinando su cabeza para que ella asintiera.