Se apresuró a su escritorio y comenzó a escribir en un papel. Cati logró leer: —Sígueme la corriente.
Lo miró con una expresión interrogante, preguntándose qué sucedía.
Silas se dirigió a la puerta con pasos silenciosos, a diferencia de los usuales que retumbaban en la mansión. En un ágil movimiento, abrió ambas puertas para revelar a la mucama que atendía a Cati.
—Maestro Silas —dijo con una reverencia.
Cati se aseguró de ser discreta cuando caminó a la habitación de Silas. Cuidó cada paso y se mantuvo atenta ante cualquier ruido. Parecía que su instinto sobre la mucama era correcto. Sin importar lo alegre que parecía, la realidad era otra.
—No recuerdo llamar a nadie a esta hora —dijo Silas.
—Disculpe, maestro. Ninguna de las mucamas recibió orden de traer a la Señorita Welcher a su habitación. Me pareció sospechoso…