La mansión de los Norman era tan grande como la del Señor Alejandro, pero tenía unos enormes muros que le hacían parecer una fortaleza. Había guardias en todo el camino, y a Cati no le tomó demasiado tiempo entender que una persona sólo tendría tanta vigilancia si ocultaba algo precioso, o si era incapaz de defenderse por sí sola.
Las paredes eran grises y blancas, había estatuas de mármol en el jardín, y al entrar sintió que estaba en un enorme castillo. Había escaleras a cada lado del salón principal que subían al siguiente piso, en el que había muchas puertas. Un enorme candelabro guindaba del techo y producía luz brillante.
Malfo le había pedido que escapara, pero no pudo hacerlo, pues estaba rodeada de guardias, y ese hombre, Leroy, era enorme y musculoso. Si quería escapar, debería esperar el momento oportuno. Tres semanas habían pasado y aún quedaban dos antes del final del periodo de prueba.