La verdad sea dicha, un destello de intento asesino apareció en su mente.
Si el asesinato no fuese ilegal, él habría saltado adelante y tomado la vida de Chui Ming.
A Xiao Mo no le interesaba esconder el odio en sus ojos. Chui Ming lo vio y dijo con desprecio: —¿Eres tú Xiao Mo? Mucho tiempo sin verte.
— Así es, ha sido un largo tiempo. La gente buena siempre muere joven, ¿no? no es de extrañar que tú sigas vivo y bien —respondió Xiao Mo sarcásticamente, tratando de suprimir su impulso de golpear a Chui Ming en la cara.
Los ojos de Chui Ming se pusieron un tono más frío y respondió con una sonrisa venenosa: —También estoy contento de verte, porque asumí que te habías suicidado hacía mucho tiempo.
En otro tiempo, Xiao Mo había tratado de pelear contra Chui Ming.
Él incluso había llevado su caso a la corte, pero fue desechado casi inmediatamente. Chui Ming era simplemente muy poderoso para que él lo derrotara.