Todos pensaban que su decisión había sido demasiado repentina, pero Xinghe no tenía opción, ya que una vez más estaba corriendo contra el tiempo. El líder de las Naciones Unidas y Philip trataron de persuadirla de lo contrario, pero no sirvió de nada.
No era que Xinghe fuese obstinada, sino que no había una solución mejor. Ni siquiera podían enviar a más gente para que fuera con ella. Tenían que permitir que Xinghe corriera ese riesgo.
Las Naciones Unidas otorgaron a Xinghe el más alto honor por su sacrificio y contribución. Prometieron que, a la primera señal de peligro, harían todo lo posible para salvarla. Enviarían a su ejército a la luna para apoyarla más adelante.
El mundo siempre estaría a sus espaldas, no la dejarían sola. Xinghe lo agradeció y aceptó su ayuda. A cambio, pidió que mantuvieran su aventura en secreto. Ella ya no quería estar en el ojo público, incluso si eso le podía dar más elogios y adoración.