—Por supuesto, por supuesto…
Como era de esperar, nadie objetó.
Chui Ming y Wushuang no se atrevieron a objetar.
Si esto iba a seguir la trama de una telenovela normal, Wushuang debería fingir un desmayo justo en este momento y, a decir verdad, ella lo había pensado, pero sabía que no funcionaría, porque Lu Qi estaba ahí.
¡Xia Xinghe, esa perra, había quemado todos sus puentes!
Wushuang miró a Xinghe con su corazón explotando con el deseo de destrozarla.
Si no fuese por ella, no estaría en esta situación desesperada.
—No necesitamos molestar al Doctor Lu, solo quisiera preguntarle a mi mujer una cosa —dijo Chui Ming mientras miró a Wushuang comprensivamente.
—Wushuang, sé honesta conmigo, ¿tú inculpaste a Xinghe?
Wushuang sabía que su marido estaba preparándola para asumir la culpa.
Esa era la única forma en que podía tener una retirada segura.