—Si todavía te niegas a cooperar, ¡la próxima vez será tu oreja! —dijo Ali sacando su daga y pasó la punta afilada de su cuchillo a lo largo de la mandíbula de Deqing. Deqing estaba extremadamente asustado. Quizás era la ironía de la vida, pero generalmente cuanto más despiadado se trataba a otro, más probable era que uno resultase ser un cobarde. Trataban las vidas de otras personas como si fueran nada, pero valoraban mucho su propia vida. Por el hecho de vivir, prometerían cualquier cosa.
Deqing asintió sin pensar.
—¡Te lo contaré todo! Pero, ¿qué quieres saber? ¿No has descubierto todo sobre el orfanato?
—¿Cómo envías a los niños a ese lugar cada vez? —preguntó de repente Xinghe. Deqing se sorprendió antes de darse cuenta de a qué se refería. Repentinamente se dio cuenta de lo mucho que había subestimado a esta mujer. No iba a dejar pasar desapercibido ni el más mínimo detalle, iba a exprimir cada gota de información que pudiera de él...