Xinghe se sobresaltó porque en realidad no se sentía bien...
No mostraba sus sentimientos, pero estaba asfixiada por el sentimiento de asco y nocividad que había en su corazón. Xinghe aceptó la copa de vino y la terminó de un solo trago.
Mubai la miró fijamente y le preguntó: —¿Una más?
—Gracias, pero eso es suficiente —dijo Xinghe sacudiendo la cabeza, temía que demasiado alcohol nublara su mente. Además, esa única copa ya había recorrido un largo camino.
Mubai recuperó la copa de sus manos y dijo en voz baja: —¿Qué piensas hacer?
Xinghe no contestó, sino que comentó ligeramente: —¿Viste los ojos de esos niños? Son desalmados y vacíos. Todavía son tan pequeños, pero sus almas ya han sido vaciadas.