—¿Tan poco te importo? —dijo Mubai quejándose como un niño—. ¿Ni siquiera querías pedirme que me quedara?
El cuerpo de Xinghe tembló una vez más cuando le mordió el lóbulo de la oreja de nuevo. Ella lo miró fijamente y le advirtió: —No vuelvas a morderme la oreja.
Si esto se convirtiese en su hábito, sería muy molesto para ella.
—De acuerdo —dijo Mubai levantando sus manos en fingida rendición antes de inclinarse hacia un beso—. Pararé eso pero haré esto en su lugar, ¿está bien?
Xinghe se quedó sin palabras.
—¿De verdad no quieres que me quede? —refunfuñó Mubai de insatisfacción. Sabía que tenía que irse, pero aún así exigió escucharla decir que ella quería que él se quedara un poco más. Así es como deberían actuar los amantes, al menos para él.
Xinghe vio a través de su estrategia y dijo con buen humor: —Si quieres quedarte, puedes quedarte. ¿Qué diferencia hay si digo esas palabras o no?