Parecía que incluso un científico loco tenía que comer a veces.
Después de que Lu Qi se fue, Xinghe empezó a desempacar. Después de terminar sus rituales nocturnos y prepararse para retirarse a dormir, alguien golpeó a su puerta. Xinghe estaba confundida por el misterioso visitante.
Ella abrió la puerta y afuera, de pie, había una mujer alta de su altura. Era guapa, pero sus ojos brillantes hablaban más que suficiente de sus intenciones.
—¿A quién buscas? —preguntó Xinghe suavemente.
La mujer le dio un frío vistazo y le preguntó: —¿Eres Xia Xinghe? ¿Asistente de Lu Qi?
Xinghe asintió mientras seguía confundida sobre la identidad de la mujer. Se veía sospechosamente familiar, como si la hubiese conocido antes en algún lugar.
La mujer se rió fríamente cuando vio el asentimiento de Xinghe.
—Xia Xinghe, finalmente nos conocemos. El mundo es realmente pequeño que podemos encontrarnos en tales circunstancias.