Xinghe sonrió.
—¿Crees que puedes vivir si no contestas?
—Ya que estoy muerto de todos modos, ¿por qué debería darte esa satisfacción? —estalló Ryan pensando en sus hombres que habían muerto.
—Bien, si ese es tu deseo, entonces lo cumpliré por ti —dijo Sam levantando su arma.
Xinghe lo detuvo repentinamente.
—Dale el oro.
—¿Qué? —exclamó Sam conmocionado.
Xinghe repitió: —Dale los lingotes de oro como prometimos.
Sam entendió lo que Xinghe quería decir. A pesar de que estaba renuente, aún así levantó el cofre y lo dejó caer frente a Ryan.
Ryan miró el cofre y preguntó: —¿Qué significa esto?
—Dime dónde está Charlie y podrás irte con este cofre de oro —respondió Xinghe fríamente.
Ryan abrió los ojos de par en par sorprendido y preguntó con obvia incredulidad: —Si te lo digo, ¿me dejarás ir con todo este oro?
—Así es, también es tu única oportunidad, así es que no me engañes.