—¿Realmente sabes dónde está Charlie? —preguntó Sam en un tono serio.
Ryan asintió.
—¡Por supuesto! No mencioné nada antes porque no había nada para mí en eso. Ahora que lo hay, estoy más que dispuesto a contarlo.
—Ryan, si te atreves a mentirnos, eres hombre muerto —advirtió Lobo apuntándolo.
Ryan se rió.
—No te preocupes, no les mentiré.
—Bien, confiaremos en ti esta vez —asintió Sam, señalando a Lobo y a Ali para que fuesen a buscar el cofre. Los dos sacaron del maletero del auto un cofre cuadrado plateado. Pusieron el cofre en el suelo y después de abrirlo, el resplandor del cofre lleno de oro era cegador. Bajo el sol resplandeciente, el oro era deslumbrante. Los ojos de Ryan estaban prácticamente pegados a él. ¡No esperaba que el grupo de Sam fuese capaz de producir tanto oro!
Ryan se frotó los ojos y preguntó: —¿De dónde sacaron tantos lingotes de oro?
Sam sonrió crípticamente.