—Xia Meng, detente ahí mismo...
La Sra. Ye trató de tirar de ella hacia atrás pero fue bloqueada por los guardias.
—¡Nadie puede entrar sin el permiso de la Srta. Xia!
El guardia lo anunció mientras las miraba con desprecio.
—Soy su suegra, ¿cómo te atreves a bloquear mi camino? —la señora Ye contestó enfadada.
El guardia le contestó con desdén.
—¿Pagan nuestro salario? ¿No? ¡Entonces, váyanse!
—Tú...
La Sra. Ye estaba a su lado con ira y Ye Qin estaba maldiciendo a todo pulmón.
Sin embargo, sin importar lo que hicieran, los guardias no las dejaron entrar.
—Mamá, Xia Meng, esa p***a es demasiado. —¡Nos negaremos a dejar que se divorcie y veremos qué se atreve a hacernos! —Ye Qin gruñó enfadada, pero en su interior estaba abrumada por la envidia.