Xinghe era tan fría como un bloque de hielo.
Xia Meng no podía ocultar su desilusión por no haber conseguido que Xinghe se apiadara de ella. Xia Meng no entendía que nadie estaba obligado a sentir lástima por los débiles.
Xia Meng levantó las piernas y abrazó las rodillas.
—No te diré la razón y definitivamente no la forma de volver a cambiar, a menos que tú...
—No estás en posición de discutir las condiciones conmigo —la interrumpió Xinghe.
—Xia Meng, te aconsejo que no me amenaces o te aproveches de mí o me aseguraré de que te arrepientas de haber nacido. Sé inteligente.
Xia Meng se sorprendió por el comportamiento hostil y contundente de Xinghe.
—Repito, ¿qué clase de método usaste para intercambiar nuestros cuerpos? —preguntó Xinghe con voz fría.
Xia Meng sabía que ya no estaba en posición de negociar. Pero si ella revelaba esto, ¿qué ganaría? Pero, ¿qué otra opción tenía?