Pensaron que Xinghe se golpearía a sí misma por el fracaso de su plan.
Para su amarga decepción, Xinghe solo se dio la vuelta y se alejó sin decir palabra.
Sin embargo, ella no se fue. Se detuvo frente a un largo banco y se plantó allí.
Parecía que estaba esperando a que terminara la cirugía...
Como testigo de su desvergüenza, el grupo de personas comenzó a decir cosas desagradables sobre ella.
Por fortuna, Xinghe estaba lejos de ellos, así que no oyó nada. Por otra parte, quizás no habría reaccionado aunque lo hubiera hecho.
No se podía decir lo mismo de Xia Zhi.
Estaba indignado por las miradas condescendientes que la multitud seguía lanzando.
—Hermana, esta gente es realmente demasiado. ¿Cómo pueden no creerte y elegir creerle a esa astuta ladrona? ¡Pandilla de ciegos idiotas!
Xia Zhi, que estaba de pie frente a ella, gruñó.
