Ninguna pregunta era fácil.
En ese momento, las miradas que se centraban en Xinghe estaban llenas de lástima.
Estaba condenada a fallar ese día.
Con suerte, los retos planteados por los dos profesores no eran tan difíciles que pudieran arruinar completamente su confianza. A diferencia de Ruobing, ellos no querían quebrantar su espíritu.
Xinghe sorprendió a todos diciendo: —Siguiente pregunta, por favor.
—Parece que ella está tomando decisiones apresuradas —advirtió alguien en la multitud, adrede.
La idea hizo eco en la mente de todos. Como no podía responder a ninguna de las preguntas, puede que le sirviera tenerlas todas escritas en la pizarra.
Tal vez el último profesor se apiadara de ella y le tuviera una pregunta más simple…
Para sorpresa de nadie, el profesor Wong, quien demostraba la mayor impaciencia, le dio un problema matemático sencillo para resolver.