Mubai frunció el ceño y preguntó: —Xi Lin, dime, ¿qué pasa?
—No me gusta la tía Chu —respondió su hijo directamente.
Él entendió inmediatamente las palabras de su hijo.
—¿No quieres que me case con ella?
El niño se mantuvo en silencio, por lo que Mubai tomó eso como un sí.
—¿Por qué no te gusta?
Mubai continuó con su interrogatorio.
—Ella ha sido extremadamente buena contigo, ¿verdad?
Una de las razones por las cuales Mubai había aceptado casarse era porque había visto lo bien que Tianxin trataba a Xi Lin. No le importaba con quién se casaba, pero, si tenía que casarse con alguien, también podía encontrar a una que pudiera ser buena madrastra para Xi Lin.
Tianxin era la mejor candidata, porque toda su familia la aceptaba y era buena con Xi Lin. Por lo tanto, era una sorpresa que su hijo revelara que no le gustaba su prometida.
—Ella es buena conmigo solo porque soy tu hijo. Solo soy una pieza para llegar hasta a ti.
Mubai quedó boquiabierto.
—Decir eso no es algo bueno.
—¡La verdad nunca es buena escucharla! —dijo Xi Lin con sabiduría, a pesar de su corta edad.
Y añadió: —¿Por qué te importa? Nunca has pedido mi opinión acerca de con quién deberías casarte, de todas maneras. Solo soy el equipaje extra.
Xi Lin saltó del mostrador y salió enojado, huyendo.
—¡Detente ahí! —le ordenó Mubai severamente.
—Xi Lin, ¿quién te enseñó a hablarle así a tu propio padre? ¿Dónde están tus modales?
Xi Lin ya estaba molesto; el hecho de que lo sermonearan lo hizo enojar mucho más. Se giró obstinadamente; sus ojos se arremolinaban con tristeza e insatisfacción.
—Nadie me enseñó, no tengo madre que me enseñe, ¿cierto?
Mubai estaba desconcertado…
Cuando llegó, Xi Lin ya se había ido.
Mubai salió corriendo a perseguir a su hijo. Lo alcanzó en la entrada del restaurante. Volteó a Xi Lin y se sorprendió al ver lágrimas en los ojos de su hijo.
Xi Lin siempre había sido un niño tranquilo. Podía pasar toda una tarde en silencio en compañía de un buen libro. Era, en todo el sentido de la palabra, un niño modelo. No solía tener ataques infantiles ni arrebatos.
El comportamiento de hoy, definitivamente, estaba fuera de lo ordinario. Esta también era la primera vez que Mubai veía a su hijo molesto.
Cuando se divorció de Xinghe, él solo tenía un año. Su madre no había estado en la vida del niño en los últimos tres años.
Mubai pensaba que esto significaba que Xi Lin se había acostumbrado a ser criado en la ausencia de Xinghe, pero no se dio cuenta de que su hijo simplemente estaba evitando sus emociones.
Observando a su hijo, Mubai no tuvo ganas de continuar con la cena.
Después de llamar brevemente a su madre, llevó a Xi Lin a casa. En el auto, Xi Lin observó el paisaje desde la ventana. Su pequeña figura hablaba de soledad y tristeza.
Mubai se sentó a su lado, en silencio. Cuando pasaron por el hospital, Xinghe acudió a su mente. Se preguntó si se había despertado.
Mubai no pudo evitar recordar su situación actual. Estaba seguro de que Xi Liin no soportaría ver a su madre así. Mubai decidió temporalmente no dejar que se vieran, para ahorrarle la tristeza a Xi Lin.
Cuando llegaron a Purple Jade Villa, su hogar, Xi Lin ya estaba dormido. Mubai estaba llevando a su hijo hasta su habitación cuando su teléfono sonó.
—Señor, por favor, déjeme llevar al jovencito —dijo su mucama, la señora Yu.
Después de pasarle con cuidado a Xi Li, Mubai sacó su teléfono. Era un número desconocido.
—¿Aló? —respondió.
Y, rápidamente, se dio cuenta de que era del hospital.
—¿Este es el señor Xi Mubai? Es del hospital principal.
—Sí, habla Mubai. ¿En qué puedo ayudarlo? —preguntó Mubai, aunque estaba seguro de que todo tenía que ver con Xia Xinghe.