El niño sería para siempre un miembro de la Familia Xi; su deseo era imposible.
En otras palabras, él no podía ceder a sus demandas.
—No importa qué, no puedo darte a Lin Lin —rechazó firmemente Mubai.
Xinghe frunció el ceño.
—¿No hay espacio para negociar?
—No lo hay…
A menos que tú fueras aún mi esposa.
El pensamiento pasó repentinamente por la mente de Mubai y se estremeció.
La voz de Xinghe se notaba plena de frialdad.
—Yo soy la madre de Lin Lin. ¿No puedo cuidar de él por algunos años?
—Puedes visitarlo siempre que quieras.
—Pero quiero ser una parte constante de su vida, de darle todo lo que merece...
—Mi Familia Xi puede proporcionarle todo, mejor de lo que tú podrías darle —dijo Mubai sobre ella.
Silenció a Xinghe.
Él tenía razón, la Familia Xi podía darle a Lin Lin todo lo que necesitaba y más.