Otro golpe fuerte vino después, Chui Ming pudo sentir sus dientes tambaleándose.
Sin embargo, Xiao Mo no cesó. De hecho, la embestida fue más rápida y más fuerte.
Él estrechó con fuerza a Chui Ming, sin darle ninguna chance de escapar o contraatacar. Estaba listo para golpear a Chui Ming hasta destruirlo.
El forcejeo que al principio tenía Chui Ming paró y él se rindió ante el enloquecido Xiao Mo.
A pesar de que el hombro de Xiao Mo estaba herido por una bala, estaba implacable.
¡Él estaba saturado por el poder del odio!
El resentimiento que tenía guardado durante tantos años lo liberó en un solo momento. ¿Cómo podría Xiao Mo no enloquecer con tanta sed de sangre?
¡Tenía un único impulso, vencer a Chui Ming hasta su muerte!
Ese pensamiento nubló todo lo demás en la mente de Xiao Mo, incluso su sensatez.
Como un hombre poseído, no podía ver más que sangre en sus ojos.