Las huellas del vehículo dejadas en el vasto desierto por Luo y su pandilla eran como pliegues en un pedazo de papel blanco, eran más que evidentes. Han Xiao siguió las huellas sin parar.
Su posición se mostraba continuamente en las coordenadas del radar para que él permaneciera en rumbo en el desierto sin límites. Ahora se dirigía hacia el borde externo del desierto de Somar. En los datos del calendario meteorológico figuraba que se había producido una tormenta de arena en este lugar.
La simple e invariable vista del desierto hacía que Han Xiao se sintiera mentalmente cansado. Después de media hora de persecución, un jeep finalmente apareció de repente en la distancia.
«¡Finalmente estoy acercándome!». El ánimo de Han Xiao se renovó al instante.
Justo cuando Han Xiao vio el jeep, los miembros de la Milicia Rosa en el jeep también vieron a Han Xiao.
—¡Es Espinas! —Su Li gritó.
