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—No soy solo otro hombre, soy tu benefactor, y es natural que me dediques tu corazón y tu cuerpo por tu propia cuenta.
—...
¡Debería callarse!
De hecho, tenía el descaro de hablar con ella acerca de dedicar su cuerpo por su propia cuenta. ¿Le había dado la oportunidad de hacerlo?
Antes de que ella pudiera recuperar la conciencia, él ya había...
Tan Bengbeng pensó en algo y sus oídos comenzaron a arder.
La limusina era enorme y estaba sentada a bastante distancia de Qi Yan. Sin embargo, ella inconscientemente movía su cuerpo más cerca de Nian Xiaomu para poder mantenerse más lejos de él.
Qi Yan se echó a reír al instante cuando vio sus acciones.
Él curvó sus labios y continuó viéndola hablar.
Sin embargo, Tan Bengbeng no podía reunir sus pensamientos y mantenerse enfocada, no con su ardiente mirada fija en ella.
Hacía que su rostro generalmente inexpresivo ardiera un poco.