Cuando Tan Bengbeng escuchó que finalmente había cedido, sus ojos se iluminaron y ella inmediatamente lo soltó.
*¡Cof, Cof!*
Debido a un período prolongado sin oxígeno, Qi Yan no pudo evitarlo y dejó escapar dos toses cuando ella lo soltó.
Tan Bengbeng se sintió un poco culpable cuando lo vio inclinarse ligeramente hacia adelante.
Durante años de practicar medicina, nunca había intimidado de tal manera a una persona discapacitada que no podía usar sus piernas.
Obviamente había violado los preceptos ancestrales de la Familia Tan con sus acciones de hoy.
Sin embargo, no tenía otra opción si quería salir de aquel lugar ...
—No te haré nada mientras me envíes lejos. —dijo Tan Bengbeng.
Cuando Qi Yan escuchó esto, sonrió en lugar de enfurecerse.
Un rastro de energía peligrosa acechaba en su sonrisa, la cual haría que uno se sintiera incómodo.